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Cuentos
El Hada y la Sombra
Érase una vez en un lugar lejano de nuestra Sierra Andina, en un pueblito muy alejado de la ciudad vivía un anciano pobre y enfermo que había sido abandonado por su hijo Andrés, que estaba ya caso y tenía dos hijos. La casona donde vivía el abuelo estaba casi destruida y causaba terror en los vecinos cercanos a él. Los niños tenían temor jugar cerca a la casona, e inclusive ya le habían puesto el apodo al anciano de “La sombra” , pues se acordaban de muy pequeños que aparecía de un momento a otro y comenzaba a renegar y a gritar y a corretearlos, de ahí su apelativo.
La verdad, es que los niños mucho fantaseaban, y desconocían que la sombra como lo llamaban era ya un hombre muy enfermo, solo, triste y abandonado a su suerte, que lloraba día y noche sin desconsuelo.
Un día en su soledad de la sombra apareció una luz muy brillante, la sombra sorprendido, apenas podía ver que se trataba de un hada.
- El Hada le dijo: “¿Qué pasa viejo anciano por que tanto sufres?”
- El anciano respondió: “Estoy cerca de mi muerte y mi mayor deseo es volver a ver a mi hijo y a mis nietos”
- El hada respondió: “tratare de cumplir tu último deseo” y se fue.
Pasaba el tiempo y la sombra cada día estaba más enfermo, con las justas podía caminar.
Era un Domingo cerca de las doce del mediodía, cuando la sombra apenas escucha el “Toc, Toc, Toc” del sonido que estaban tocando la puerta de su casa.
- La sombra murmuro: “¿Quién toca mi puerta?
- Y una voz casi agitada respondió: “Soy yo Andrés tu hijo, ábreme la puerta padre”
- La sombra entre lágrimas y llanto solo pudo contestarle: “No puedo, entra por favor hijo mío”
Andrés empujo con dificultad la puerta y vio a lo lejos un viejo postrado en su cama, se acercó a él y vio que era su padre.
- Andrés corrió presuroso se arrodillo ante él y le dijo: “Padre mío, perdóname, he llegado a ti con tus nietos, a quienes les he hablado siempre de ti”
- La sombra entre llantos y lágrimas respondió: “Hijo mío, gracias por venir, solo esperaba este momento para decirte que te amo a ti y a mis nietos”
- Su hijo entre lágrimas nuevamente le dijo: “Perdóname, padre mío, por haberte abandonado” y abrazo fuertemente a la sombra.
- La sombra cerca de su oído de su hijo susurró: “El que te debe pedirte perdón soy yo hijo mío….Perdóname todo mal que le hice a tu madre y a ti en el pasado…quiero morir en paz”
- El hijo respondió: “ No padre, no te mueras, la vida nos dará otra oportunidad”
- Andrés abrazo fuertemente a su padre le dio un beso muy tierno y dijo: “te perdono padre amado, te perdono”
Estas fueron las últimas palabras que puedo escuchar la sombra, pues en esos momentos murió en los brazos de su hijo a quien tanto amo.
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Las Niñas que eran traviesas
Recuerdo que en mi niñez en una ciudad del Norte del Perú, vivíamos tres niñas, muy amigas Laura, Fiorella y yo Camila, casi de la misma edad, hacíamos todo juntas, asistíamos inclusive al mismo colegio, recuerdo muy bien el nombre de mi escuela “Las tres Marías”.
Éramos tres niñas, muy aplicadas, siempre sacábamos los primeros puestos, no existía envidia ni egoísmo entre nosotras, nuestros padres siempre se frecuentaban y pasábamos las fiestas del año siempre juntas.
Nos encontrábamos ya a mediados del año cursando el 5to de secundaria y en nuestra escuela nos anuncian la llegada de una nueva niña María, de lo que puedo recordar es que era una niña muy bonita, blanca, alta, rubia, su sonrisa acaparaba la atención de todos mis compañeros.
Pasados los días notaba que María era una niña muy inquieta, revoltosa y causaba siempre problemillas en el salón con la profesora; lo que me llamaba la atención, que siempre murmuraba al oído con Laura y Fiorella.
Recuerdo que era un jueves, y Fiorella y Laura se acercan a mí:
- Y me dicen: “Camila, te vamos a contar un secreto pero no se lo digas a nadie, menos nuestros padres”
- Sorprendida respondí: “¿Cuál es ese secreto, que no quieren que nadie se entere”
- Fiorella respondió: “María no ha propuesto que mañana no asistamos al colegio y que más bien nos vayamos a la playa”
- - Muy mortificada les dije: “¡No pueden hacer eso, decepcionarían a nuestros padres, piénsenlo amigas!
Fiorella, y Laura, solo la escucharon y se retiraron. Camila muy apenada y cabizbaja se fue a su casa, y sin decir nada cenó y se fue a dormir.
Llegó el viernes, como todos los días asistí al colegio, entre al salón y pude ver que los asientos de Fiorella, Laura y María, estaban vacíos, en esos momentos quede entristecida y apenada porque cumplieron su palabra de escaparse del colegio. La profesora preguntó en el aula y en especial a mí, si sabíamos algo, no supimos que responder y callamos.
Recuerdo muy bien que ese fin de semana no pude ver a mis amigas, habían salido de la ciudad con sus padres. Llego el lunes y al entrar al salón nuevamente me di con la sorpresa que mis amigas ni María se encontraban en sus asientos.
- Mi inquietud fue tan grande que le pregunte a la profesora: “Miss, sabe algo de Fiorella, Laura y María”.
- La profesora se paró de su asiento nos dijo: “Alumnos tengo algo que anunciarles: Las alumnas Fiorella, Laura y María han sido expulsadas definitivamente del colegio, por una falta grave que pronto se comunicara, para que sirva como ejemplo a todos ustedes”
Muy apenada y triste me fue a mi casa, puesto lo que hicieron mis amigas tuvo consecuencias graves, la expulsión del colegio y la decisión de sus padres de dejar la ciudad.
Pasado el tiempo, me volví a reencontrar con mis mejores amigas Fiorella y Laura, ya al recordar tras triste episodio, nos abrazamos y juramos jamás nunca separarnos.